"Justicia, justicia perseguirás" reclama el mandato bíblico que se popularizó después del brutal atentado a la AMIA. 
Y la Justicia parece ser el tema primordial de la agenda periodística de estos días. Tanto en el ámbito interno (Ley de Servicios audiovisuales, caso Marita Verón) como en el internacional (batalla contra los "fondos buitres").
Pero "perseguir" no significa necesariamente "alcanzar"; entre ambos media el instrumento de aplicación: el Derecho. Y el Derecho -lo dejó más que claro el barbudo de Tréveris- es una "super-estructura" que se asienta sobre las "bases materiales" de una sociedad. O, de otro modo, el sistema jurídico expresa un momento particular del juego de fuerzas existentes en una sociedad en un período histórico. Cuando el juego de fuerzas cambia, cambia también el orden jurídico que refleja el nuevo estado de cosas. Y nunca sucede a la inversa.
El gobierno ha lanzado el desafío de que "hay que democratizar la Justicia". Lo que significa que el ordenamiento actual no expresa los cambios que están ocurriendo sino, más bien, las rémoras de un orden anterior, organizado para impedir esos cambios. Se trata de una apuesta fuerte, de resultado incierto; entre otras cosas, porque no sabemos exactamente cuáles son las fuerzas en juego y a qué intereses expresan. Nuestra participación o nuestra abstención del debate político contribuirá, en alguna medida, al resultado final.

En otro momento en que la Justicia estuvo fuertemente cuestionada (hacia el fin de la década menemista) publiqué en el diario "Río Negro" un artículo con el título de este post cuya lectura (salvando los párrafos pertinentes a la época) tal vez fuera de interés actual:

Cuando se actúa en política seriamente ( y no sólo para la propia satisfacción moral o patrimonial ), las acciones deben ser consecuentes con las ideas. Pascal advertía que  “la justicia sin la fuerza es impotente; la fuerza sin la justicia es tiránica”. La ley no es un contrato de libre (in)cumplimiento; la estructura misma de su concepto, recuerda Kant, implica la posibilidad de ser aplicada (enforced, en inglés) por la fuerza. Pero si la ley no es antagónica de la fuerza sino que, por el contrario, la contiene en sí misma, se plantea un dilema: ¿cómo distinguir entre la fuerza de la ley y la violencia ilegítima o injusta?. Ya Montaigne, maestro del escepticismo, se había atrevido a decirlo: “Ahora bien, las leyes mantienen su crédito no porque sean justas sino porque son leyes. Es el fundamento místico de su autoridad, no tienen otro (...) El que las obedece porque son justas, no las obedece justamente por lo que debe obedecerlas”.
Jacques Derrida (Fuerza de ley, Tecnos, 1997) comenta este párrafo destacando la distinción establecida por Montaigne entre justicia y derecho. Mientras la ley tiene necesariamente una forma general, la justicia se refiere siempre a una singularidad, a individuos irremplazables. El derecho es el elemento del cálculo; la justicia es lo incalculable. Por eso, concluye Derrida, el hecho de que la justicia deba ser aplicada por el derecho es una experiencia aporética: una en la que la decisión entre lo justo y lo injusto no está jamás asegurada por una regla. 
Esto lleva a denunciar no sólo los límites teóricos sino, también, injusticias concretas de la buena conciencia que se detiene dogmáticamente ante una u otra norma heredada de la justicia. Pero en el momento, estructuralmente necesario, en que la creencia en un axioma es suspendida por el análisis (Derrida dice “deconstrucción”) se puede creer que no hay lugar para la justicia. Es un momento de suspenso angustiante pero también es el que abre el intervalo en el que las transformaciones y hasta las revoluciones jurídico-políticas tienen lugar. La justicia está por venir, tiene que venir, es por-venir
La idea final de este ensayo de Derrida es resistir a la tentación de una “justicia mesiánica”, coartada para no participar en las luchas jurídico-políticas. Abandonada a sí misma, la idea incalculable de justicia siempre puede ser reapropiada por el cálculo más perverso. Por eso es necesario reconocer que cada avance de la politización obliga a reconsiderar, a reinterpretar los fundamentos mismos del derecho tal y como habían sido calculados o delimitados previamente. Esto fue cierto en la Declaración de los Derechos del Hombre, en la abolición de la esclavitud y en todas las luchas emancipatorias que están y deberán estar en curso en todo el mundo.

Comments (4)

On 19/12/12, 8:29 , Nando Bonatto dijo...

Si al menos se llegara a un Poder Judicial mas cerca de la gente, sin tanta visión de cuerpo, sin tanta visión clasista ,seria un paso.
Por supuesto, como bien cita Ud.perseguir justicia no es alcanzarla plenamente, es como el horizonte que siempre se corre
Un saludo cordial

 
On 19/12/12, 14:19 , Bob Row dijo...

Nando: es que los organizadores de la República crearon un Poder Judicial para custodiar sus privilegios (y puestos de trabajo para sus retoños). El hecho de que sea corporativo es un efecto secundario del hecho de que es clasista. Por eso hay que aprovechar escándalos como el de la Cámara de Tucumán para meter reformas de control popular (vía Poder Legislativo) que agilicen el Concejo de la Magistratura. Una denuncia por mal ejercicio y a juicio expedito. Que sepan que pueden perderlo todo a la primer cagada que se manden.

 
On 19/12/12, 18:53 , el canilla dijo...

Quizá lo primero a revisar es el sentido común instalado de que LA JUSTICIA es una categoría que está más allá de lo humano, que tiene una existencia por fuera de lo social y que los demiurgos que la representan tienen una relación especial, mitica y mágica con un concepto que tiene una existencia eterna. (Cualquier similitud con la ecclesia no es casual). La marca que aparece en esta producción de sentido( que lleva oculta sus condiciones de producción, como decía carloncho)es la que ejerce el efecto del poder en todos nosotros, al hacernos invisible el hecho real de que siempre podemos ajustar un acuerdo social(el derecho como praxis) a una sociedad situada en tiempo y lugar. Menudo desafío.
BTW, los dibujos están muy buenos

 
On 20/12/12, 0:24 , Bob Row dijo...

Claro, de eso se trata. El Poder Judicial no es La Justicia, como el Poder Legislativo no es La Ley. Ambos son tan políticos y contingentes como el Poder Ejecutivo. Un abrazo.